lunes, 24 de agosto de 2009

El curandero



Fui al curandero con uno de esos dolores de espalda que nunca se acaban de quitar. Me habían dicho que ese hombre imponía las manos en la zona afectada y, en un máximo de tres sesiones, cualquier dolor desaparecía.
Yo no creo en esas cosas, pero hay veces que probar no cuesta nada... o mejor sería decir que cuesta "la voluntad".
En cuanto llegué a su consulta —si es que debería llamarse así aquel lugar—, y sin haberme saludado  aún, comenzó a hacerme observaciones:
—No debería llevar esos aparatos encima, le acabarán matando —y mientras lo decía señalaba el ipod, el teléfono móvil y el gps que siempre llevo conmigo— y sobre todo, debería desconfiar de los médicos.
—Los necesito para mi trabajo —contesté sin mucha convicción, obviando la segunda parte de su advertencia.
—Túmbese ahí, boca abajo —me ordenó, más que invitarme, mientras señalaba una camilla cuya higiene dejaba bastante que desear.
Mientras me masajeaba la zona lumbar escuché una especie de gemido. Pero mi postura no me permitía mirar hacia atrás, así que no le di demasiada importancia. Sin embargo, empezó a preocuparme dejar de notar la presión sobre la espalda que había estado haciéndome el curandero. Unos segundos después me giré para ver qué ocurría. El curandero yacía en el suelo, en decúbito lateral  y con ambas manos sobre el pecho. Había sufrido un infarto.
De inmediato llamé con el móvil a urgencias. Como no comprendían bien el lugar donde vivía el curandero, pasé el plano del gps al ipod, vía bluetooth, y lo envié por email. Los servicios de urgencia llegaron en pocos minutos.
Después de aquello me sentí mejor. Mi dolor de espalda seguía igual, pero acababa de salvarle la vida al curandero.

2 comentarios:

KUBAN dijo...

Este es un gran sitio. Veré si puedo producir algo digno de ser publicado aquí. Gracias.

Javi dijo...

Gracias a ti, por la visita y por tus palabras. Seguro que puedes hacerlo!