viernes, 28 de agosto de 2009

La carretera



Los hombres estaban pintando las líneas. "Será el último día después de ocho meses", pensé ayer en el momento que vi las marcas blancas más o menos rectas sobre el asfalto negro de la carretera.
He seguido su evolución, día a día, desde que empezaron picando y cavando sobre el suelo árido de aquella especie de páramo que veo correr paralelo a la ventana de mi tren matutino.
Durante estos casi ocho meses los he visto llegar a las 7:32 de la mañana, en la oscuridad o con las primeras luces hace unos meses y ahora ya con el día claro. Bajaban del furgón del presidio y comenzaban la tarea. Cuando regresaba de mi trabajo, allí seguían. En invierno con el frío de la tarde, y en esta época del año bajo un sol voraz. Siempre he pensado que la carretera era una mezcla de betún, piedra desmenuzada y fluidos humanos.
Hoy, cuando como cada mañana he subido al tren y me he puesto en la ventanilla que da al otro lado de la estación, los hombres ya no estaban allí. La carretera tampoco.
Antes de que el tren se haya puesto en marcha, he visto venir el furgón del presidio a lo lejos. Otros presos se han bajado. Han comenzado a picar y cavar sobre el suelo árido de aquella especie de páramo.

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